DESARROLLO PSICOSOCIAL
Demasiada cordura en los jóvenes no barrunta cosa buena.
Castiglione, B. (1528). El cortesano.
En un contenido anterior se hizo una división de la adolescencia por edades, se habló de una adolescencia inicial o temprana (desde los 10 hasta los 13 años), adolescencia media (desde los 14 hasta los 17) y por último adolescencia tardía (desde los 18 hasta los 21). Esta clasificación nos servirá para describir las características de la dimensión social en esta etapa.
Adolescencia inicial: Comprende el periodo desde los 10 hasta los 13 años
Se comienza el camino hacia fuera de la familia. Empieza, poco a poco, a aumentar el deseo de independencia del joven, dejando de interesarle, en ocasiones, las actividades familiares.
El adolescente empieza a poner a prueba la autoridad adulta, comienza a mostrar más resistencia a los límites («¿Por qué me quieren ir a buscar a la fiesta a las 8? ¡A todo el mundo lo dejan hasta la 10!»), a la supervisión, a la aceptación de consejos o a tolerar críticas de parte de los padres.
A veces se muestra insolente y comienza a tomar más conciencia de que los padres no son perfectos (¡Ojalá! ¿verdad?). Todo ello, causa cierta tensión en las relaciones parentales, aunque se continúa dependiendo de la familia como fuente de estructura y apoyo emocional.
Los amigos adquieren mayor importancia y el adolescente se va volviendo más dependiente de las amistades como fuente de bienestar. Este involucramiento con sus iguales se caracteriza por el contacto principalmente con los del mismo sexo y la aparición de la necesidad de amistades exclusivas (mejor amigo/a) con quienes divertirse y compartir secretos.
Estas amistades son idealizadas con frecuencia y pueden volverse intensas, generándose fuertes sentimientos de cariño hacia determinados niños/as, que pueden incluso llevar a dudas, temores o exploración. Debe destacarse que en esta etapa existe una importante susceptibilidad a la presión social.
En cuanto al desarrollo sexual, en esta fase se produce una acentuada preocupación por el cuerpo y los cambios puberales. Las rápidas transformaciones corporales llevan al adolescente a preocuparse en forma creciente por su imagen, a focalizarse en hallazgos físicos triviales, a hacerse repetidamente la pregunta ¿soy normal? y a necesitar reafirmar su normalidad.
Se muestra inseguro respecto de su apariencia, comparará frecuentemente su cuerpo con el de otros jóvenes y con los estereotipos culturales («Mi hija pasa horas frente al espejo»).
En esta etapa aparece el pudor o la inquietud de ser visto desnudo («Mi hijo ya no me deja entrar a su pieza cuando se está vistiendo») y aumenta el interés en la anatomía y fisiología sexual, lo que incluye dudas y ansiedades acerca de la menstruación, la masturbación, el tamaño de las mamas o el pene, entre otras cosas.
La menarquia representa un hito para las mujeres, que puede acompañarse de confusión o vergüenza si no ha existido una preparación adecuada para enfrentarla. Por otra parte, se intensifican los impulsos de naturaleza sexual (que se alivian frecuentemente a través de la masturbación) y aparecen las fantasías sexuales. Hombres y mujeres exploran roles de género más diferenciados (¿Cómo se comporta una mujer/un hombre?).
Adolescencia media: Abarca desde los 14 años hasta los 17 años
Respecto al desarrollo social, en esta fase el involucramiento del adolescente en la subcultura de iguales es intenso (alcanza su máximo nivel).
No existe otra etapa en la que el grupo sea más poderoso e influyente. El joven adopta la vestimenta, la conducta, los códigos y valores de su grupo («Mi hija siente que tiene que hacer exactamente lo mismo que sus amigas») en un intento de separarse más de la familia y encontrar su propia identidad.
La presión de los amigos puede influir tanto de forma positiva, motivándolo a destacar en lo académico, deportivo, o a postergar el inicio de relaciones sexuales, como negativa, favoreciendo por ejemplo que se involucre en conductas de riesgo.
Las amistades y los grupos pasan a ser de ambos sexos, y frecuentemente se establecen relaciones de pareja. En este momento, éstas desempeñan un rol progresivamente mayor a medida que avanza la adolescencia, sin embargo, las relaciones de amistad siguen siendo extremadamente importantes, ofreciendo compañía y un contexto para la apertura íntima y la satisfacción de otras necesidades.
A la vez, durante la adolescencia media el joven lucha para emanciparse de su familia. Muestra un menor interés por sus padres, volcando su motivación y tiempo libre principalmente hacia sus iguales y a actividades fuera del hogar («Pasa todo el tiempo con los amigos. ¡No lo vemos nunca!») o a estar solo.
Es esperable que en esta etapa el adolescente desafíe los valores y la autoridad de los adultos y que ponga a prueba sus limites («¡Es mi vida! ¡Puedo ir adonde yo quiera y con quien quiera!»). Esta es una parte necesaria del proceso de crecer, pues para alcanzar la madurez, debe separar su propia identidad de aquella de su familia y avanzar en el desarrollo de su autonomía.
El joven necesita demostrarse a sí mismo que es capaz de trazar su propio camino en la vida y que no necesita de las opiniones ni las directrices de sus padres. Busca activamente juicios y valores propios, sin aceptar ya automáticamente los de ellos. Magnifica los errores y contradicciones de estos para facilitar su proceso de desapego, llegando a descalificarlos con frecuencia. Como consecuencia de todo lo anterior y de la reacción de los padres a estos cambios, los conflictos padres-hijo alcanzan su máximo en este período.
En cuanto al desarrollo sexual, en la adolescencia media aumenta la aceptación del propio cuerpo y la comodidad con él. La mayoría de los adolescentes han tenido ya gran parte de los cambios puberales y están menos preocupados de ellos. Sin embargo, los jóvenes dedican mucho tiempo a tratar de hacer su cuerpo más atrayente. Prueban su atractivo sexual experimentando con su aspecto (peinado, maquillaje, ropa, tatuajes y piercing pasan a ser muy importantes) y con su comportamiento (coqueteo).
En este período se toma conciencia de la orientación sexual (¿Hacia quién me siento atraído sexualmente?) y aumenta el involucramiento en relaciones de pareja, aunque estas son habitualmente breves y utilitarias, predominando en ellas la exploración, la búsqueda, la descarga de impulsos sexuales y el egocentrismo.
Las relaciones de pareja suelen involucrar pensamientos y fantasías idealistas y románticas (¡vamos a estar juntos para siempre....!).
Adolescencia tardía: Sus límites están entre los 18 años y los 21
El desarrollo social en esta etapa se caracteriza por una disminución de la influencia del grupo de pares, cuyos valores se hacen menos importantes a medida que el adolescente se siente más cómodo con sus propios principios e identidad. Las amistades se hacen menos y más selectivas. Por otra parte, el joven se reacerca a la familia, aumentado gradualmente la intimidad con sus padres sí ha existido una relación positiva con ellos durante los años previos.
Supuestamente ya ha alcanzado un grado suficiente de autonomía, se ha convertido en una entidad separada de su familia y es ahora cuando puede apreciar los valores y la experiencia que le ofrecen sus padres, buscando o permitiéndoles su ayuda.
La relación padres-hijo alcanza nuevas dimensiones, acrecentándose el desarrollo personal y familiar cuando el clima es de verdadero respeto y valoración de las diferencias.
Respecto del desarrollo físico, en la adolescencia tardía se produce la aceptación de los cambios corporales y la imagen corporal. El joven ha completado ya su crecimiento y no le preocupan estos aspectos a menos que exista alguna dificultad.
Acepta también su identidad sexual y con frecuencia inicia relaciones sexuales, aumentando su inclinación hacia vínculos de pareja más íntimas y estables. Relaciones que comprenden menos experimentación y exploración y que se sustentan en intereses y valores similares, en compartir, en la comprensión, el disfrute y el cuidado mutuo.
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Como acabamos de ver en la adolescencia el grupo de iguales cobra una excepcional relevancia para la construcción de la identidad social, la autoestima y la personalidad.
Pero el desarrollo de estos constructos requieren de una construcción asertiva en el adolescente, por lo que debe tener desarrolladas una serie de habilidades que le permitan relacionarse de forma positiva tanto a nivel intrapersonal como interpersonal.
Estas habilidades requieren la puesta en marcha de una serie de herramientas o destrezas que le facilitaran conectar con otras personas, mostrar sus opiniones, integrarse dentro de un grupo e incluso mostrar su disconformidad......
Estas destrezas pueden ser aprendidas y desarrolladas dentro del propio centro educativo.
El centro educativo, a estas edades, deja de ser únicamente un espacio dedicado exclusivamente a la formación académica y se convierte además en un contexto de socialización, un lugar en el que el adolescente entra en contacto con sus iguales, con sus compañeros de clase y sus amigos......, convirtiéndose, probablemente, en el único momento en el que puede mostrar sus habilidades para relacionarse con personas de su misma edad.
Esta circunstancia podemos convertirla en una oportunidad para poder ayudar a aquellos niños o niñas que por cualquier motivo no se encuentran integrados en un grupo de iguales, tienen dificultades para relacionarse, se muestran tímidos, inseguros, o carecen de las habilidades necesarias para relacionarse de forma asertiva con los demás.
¿Sabes de que adolescentes estoy hablando?, ¿Tienes en tus pensamientos ya algunos nombres de niños o niñas con estas características?, ¿qué se está haciendo por ellos para que se encuentren integrados en el centro educativo o en grupos de iguales?.......¿Por qué no ayudarlos......?.
Podemos convertir el centro educativo en un lugar en el que todos los jóvenes puedan crecer no solo a un nivel académico, sino también a nivel personal y social, un contexto en el que asegurarnos que todos y cada uno de los alumnos pasan, al menos, un tiempo relacionándose de forma positiva y creciendo tanto de forma personal como social.
A partir de aquí, lo único que se debe hacer es generar actividades estructuradas en las que asegurarnos que esta población participe, que lo hagan de forma segura y supervisada, en las que se sientan protegidos, guiados y con confianza en sus habilidades, en destrezas que tendremos que ir ayudando a crecer y desarrollar......
¿Qué actividades se pueden crear...?
El mejor momento para la interacción social es el recreo, momento en el que estos niños y niñas tienen la oportunidad para relacionarse unos con otros en un espacio menos estructurado que el aula.
Es aquí donde deben estar dirigidas la mayor parte de las actividades, que pueden ser de diversa índole: desde un club de lectura, partidas de ajedrez, torneo de cualquier deporte, talleres de teatro, etc... Actividades en las que se deben implicar alumnos (de todos los niveles) y profesores por igual....
Eso sí, debemos asegurarnos que estos adolescentes participen y se integren en la actividad..... Parece fácil ¿no?..... ¿Por qué no intentarlo....?.
Os dejo un podcast para que lo escuchen los alumnos en el aula, en él se introduce a los adolescente a esta etapa.
Pincha el ENLACE.
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