AUTOESTIMA EN LA ADOLESCENCIA

 


No mires a lo lejos descuidando lo que tienes cerca.

Euripides (siglo V a. de C.) Rhesus


Rosenberg (1965) considera a la autoestima como el conjunto de pensamientos y sentimientos que una persona genera sobre su propio valor e importancia. Se trata por lo tanto de una evaluación global que hace el individuo de su valía como persona (soy una persona que merece la pena, no valgo nada, etc.).


Esta evaluación de nuestra propia personalidad aparecerá de forma explícita en la segunda infancia (entre los 7 y los 12 años) y estará formada por la opinión que los otros significativos tienen sobre uno mismo y el grado de eficacia o desempeño que se percibe en los distintos dominios de su vida, convertiéndose en un sentimiento general que oscilará entre la estima y el apreció hacia uno mismo  hasta el despreció por los rasgos del Yo.


Se trata de un elemento primordial del que se nutre nuestra personalidad y habilidades sociales formando así un pilar fundamental para nuestro desarrollo emocional y personal. 


Las experiencias y las opiniones tanto propias como de los demás serán las dimensiones de las que se alimentará la autoestima. Éstas  adquirirán una mayor importancia en la adolescencia, ya que, en esta etapa aumenta la preocupación por los cambios que conlleva pasar de la niñez a la vida adulta, además de mostrarse confusión en relación a la propia imagen y lo que los demás opinan y esperan.


Se trata de una herramienta de gran importancia en la autocomprensión del adolescente, tratándose de un elemento con una construcción dinámica y cambiante que es susceptible a las influencias internas y externas durante este periodo. 


Un nivel alto de autoestima es considerado un factor de protección que alejará al adolescente de las influencias no saludables. Por el contrario, una autoestima baja, implicará autorechazo, insatisfacción y desprecio por sí mismo, lo que puede colocar al sujeto en vulnerabilidad de conductas de riesgo.


La diferentes roles y experiencias que acompaña a los adolescentes en estos primeros momentos (primeras relaciones románticas, primeras responsabilidades, acceso al instituto, etc.) no suelen ir acompañados de un alto desempeño, por lo que es frecuente que la autoestima en su conjunto descienda. 


Igualmente, los cambios físicos que se experimentan al inicio de la adolescencia pueden aumentar la sensación de alejamiento de los cánones e ideales de belleza, especialmente en las chicas, lo que disminuye la autoestima general del adolescente.


La adolescencia temprana se ha considerado, en particular, un periodo especialmente relevante para la formación de la autoestima, en la cual los individuos se muestran vulnerables a experimentar una disminución en la misma (Twenge y Campbell, 2001). Esta etapa se caracteriza por la experiencia de acontecimientos novedosos y a veces estresantes que suponen un desafío para la visión que los adolescentes tienen de sí mismos (Steinberg y Morris, 2001) y su estabilidad emocional (Larson, et al., 2001). Así, los jóvenes de estas edades manifiestan con frecuencia fuertes cambios en sus niveles de autoestima, la cuál tienden a disminuir conforme avanza la adolescencia y se alcanza la edad adulta (Block y Robins, 1993). 


Hirsch y Dubois (1991) muestran que tanto la disminución como las fluctuaciones en autoestima global que se producen en la adolescencia temprana se encuentran conectadas con experiencias negativas significativas como las dificultades académicas o la pérdida de apoyo por parte de los iguales. Los adolescentes con una autoestima inferior son a su vez más vulnerables al impacto de los acontecimientos cotidianos que los que presentan una mayor autoestima (Campbell, Chew y Scratchley, 1991). 


En la adolescencia media la búsqueda de la identidad hace que el adolescente sea mas vulnerable a la opinión de los demás, dando mayor importancia a estos que a los comentarios cálidos y cercanos de la familia y los amigos íntimos, circunstancia que puede resultar especialmente peligrosa en una etapa en la que muchos adultos pueden no haber asumido la legitimidad de algunos cambios que estos experimentan. 


Por último en la adolescencia final, es esperable que la experiencia acumulada en los diferentes roles y una menor dependencia de los criterios externos favorezcan una recuperación y estabilización de la autoestima. 




La autoestima es esencial en el desarrollo personal, social y escolar, ya que proporciona confianza y seguridad en las personas. De modo que, la formación personal, la construcción de la felicidad y la salud mental, el establecimiento de relaciones adecuadas con el entorno, una mayor relajación y autocontrol, el desarrollo del aprendizaje y el rendimiento escolar, serán algunos de los aspectos que dependen de una buena autoestima (Rodríguez y Caño, 2012). 


Desde la perspectiva escolar, los alumnos que presentan altos niveles de autoestima muestran un mayor liderazgo, mejores relaciones sociales, se comunican de forma mas fluida, se relacionan con personas más activas, menos ansiosas y con mejores relaciones sociales (Aldana, 2012). En contraposición, niveles bajos de autoestima han sido asociados con “sentimientos de aislamiento, apatía y pasividad (Cándido et al., 2016).


La autoestima es un factor crítico que afecta al ajuste psicológico y social. Niveles bajos en la autoestima o autoconcepto de los jóvenes se han asociado con una serie de síntomas psicopatológicos (Garaigordobil et al., 2008) relacionados con reacciones de ansiedad,   síntomas depresivos, desesperanza y tendencias suicidas. 


Una autoestima baja también es frecuente en los jóvenes que tienden a la procrastinación o demora innecesaria en la realización de tareas (Ferrari y Díaz Morales, 2007) y en aquellos que manifiestan conductas agresivas y/o antisociales, violencia escolar y violencia relacional. Investigaciones recientes han encontrado que los adolescentes que muestran una baja autoestima tienden también a un incremento en el consumo de alcohol.


Por último, la autoestima alcanza valores superiores en hombres que en mujeres. Esta diferencia de género en la autoestima ha sido puesta de manifiesto en estudios precedentes de forma divergente. Trabajos, como los de Au (1995) y Rothenberg (1997), señalan que la evolución de la autoestima depende en gran medida de las diferencias individuales, presentando los chicos niveles de autoconcepto ligeramente superiores a las chicas. Además, ellas muestran un autoconcepto global más bajo y un peor autoconcepto físico (Orenstein, 1994), pero tienen puntuaciones superiores en cuanto a competencia social, habilidades sociales y adaptación social (Crain, 1996), de ahí que presenten un autoconcepto social y emocional más elevado que los chicos (Amezcua y Pichardo, 2000). Garaigordobil. 


Estos resultados, en su conjunto, revelan que resulta necesario en la educación reglada desarrollar propuestas que conduzcan a mejorar la autoestima de los adolescentes, llevando a cabo actividades que propicien una percepción del Yo adecuada y ajustada, con un impacto positivo sobre otras capacidades como la motivación, la confianza en uno mismo o la ilusión. Ayudándolos por tanto a conseguir tener una percepción ajustada y positiva de su personalidad.


Os dejo un podcast para que lo escuchen los alumnos en el aula, en él se introduce a los adolescentes en la AUTOESTIMA.

Pincha el ENLACE.






Daniel Grande Jiménez
Técnico del Equipo Municipal de Absentismo Escolar
Delegación de Asuntos Sociales
Excmo. Ayto. de La Línea


              
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