DESARROLLO COGNITIVO EN LA ADOLESCENCIA

 



Lo posible y lo ideal capturan tanto la mente como el sentimiento (H. Ginsburg y Opere, 1979).



Hasta hace relativamente poco tiempo se pensaba que los cambios producidos en el contexto  cerebral, tanto a nivel funcional como estructural, tenían lugar durante la primera década de la vida, de forma que la arquitectura cerebral estaba definida al llegar la pubertad. Sin embargo, hoy día los trabajos científicos indican que aunque esto sea cierto en muchas dimensiones del cerebro, otras continúan desarrollándose durante la adolescencia. 


Durante esta etapa se produce una “segunda oleada” de cambios cerebrales en el córtex prefrontal que se manifiesta principalmente en una sobreproducción de conexiones neuronales seguida de una “poda” de aquéllas no utilizadas, así como un incremento en el proceso de mielinización que hace más rápida y eficaces esas conexiones. Todos estos cambios están estrechamente relacionados con la activación de las funciones ejecutivas, herramientas necesarias para que la actividad cognitiva de los adolescentes pueda tener flexibilidad y eficacia.


Los adolescentes en esta etapa, entran en lo que Piaget consideraba como el más alto nivel del desarrollo cognitivo: las operaciones formales. Este desarrollo, que en general ocurre aproximadamente a los 11 años, proporciona una manera nueva y más flexible de manipular la información. 


¿Qué produce el cambio al razonamiento formal? Piaget lo atribuía principalmente a una combinación de maduración del cerebro y a la expansión de las oportunidades ambientales. Ambos factores son esenciales, aunque el verdadero desarrollo formal solo pueden ser alcanzado con la estimulación ambiental apropiada. 


Aparece un factor que suele ser olvidado por la educación, el contexto socioambiental en el que convive el menor, una dimensión que es particularmente decisiva en la maduración cerebral.


La estimulación adecuada durante esta etapa de desarrollo evolutivo provocará que se avance hacia un estadio de mayor capacidad cognitiva, ¿se tiene en cuenta esta variable en la ecuación utilizada en la formación académica? o utilizamos los mismos recursos educativos para todos los alumnos.


El ambiente en el hogar también contribuye al desarrollo de las habilidades ejecutivas, incluso más de lo que podemos llegar a imaginar. El contexto genera importantes cambios cerebrales tanto en positivo como en negativo, ¿es lo mismo un marco familiar desestructurado en el desarrollo del niño que uno estructurado?, ¿qué influencia tiene el barrio o la sociedad en la que se está inmerso durante esta etapa?. 


Diversos estudios han encontrado que la calidad del ambiente familiar, en especial entre los cuatro y medio y los siete años (incluyendo factores como recursos disponibles, estimulación cognitiva y sensibilidad materna), predijeron el desempeño de la atención y la memoria. 


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Piaget y sus estudios nos descubren cómo los niños avanzan de seres egocéntricos cuyos intereses no se extienden más allá del pezón a convertirse en personas capaces de resolver problemas abstractos e imaginar sociedades ideales. Sin embargo, en algunos sentidos, el pensamiento adolescente parece extrañamente inmaduro. A menudo son groseros con los adultos, tienen problemas para tomar decisiones sobre que vestirán cada día y actúan como si todo el mundo girara en torno suyo.


El psicólogo David Elkind (1984, 1998), indica que tal comportamiento se deriva de los intentos inexpertos de los adolescentes para utilizar el pensamiento de las operaciones formales. Esta nueva manera de pensar, que fundamentalmente transforma el modo en que se ven a sí mismos y a su mundo, es tan poco familiar como la nueva forma de sus cuerpos y a veces se sienten igualmente incómodos utilizándolo, por lo que a medida que ponen a prueba sus nuevas habilidades, es posible que en ocasiones se tropiecen, como un niño que está aprendiendo a caminar.


Si tenemos en cuenta el importante papel que la corteza prefrontal tiene como soporte de la función ejecutiva y de la autorregulación (Spear, 2000; Rubia, 2004; Weinberger, Elvevag y Giedd, 2005), es razonable pensar en una relación causal entre estos procesos de desarrollo cerebral y muchos de los comportamientos propios de la adolescencia, como las conductas de asunción de riesgos y de búsqueda de sensaciones. 



Elkind sugiere que la inmadurez del pensamiento en esta etapa se manifiesta en al menos seis características:


1. Idealismo y tendencia a la crítica: a medida que los adolescentes imaginan un mundo ideal, se percatan de qué tan lejano se encuentra éste del mundo real, lo cual achacan a los adultos. Convencidos de que saben más que los adultos de cómo manejar al mundo, con frecuencia descubren defectos en sus padres y otras figuras de autoridad.


2. Tendencia a discutir: los adolescentes buscan de manera constante las oportunidades de poner a prueba sus capacidades de razonamiento. Con frecuencia discuten a medida que organizan los hechos y la lógica para defender, digamos, su derecho a quedarse más tarde de lo que sus padres creen conveniente.


3. Indecisión: los adolescentes pueden tener al mismo tiempo muchas alternativas en su mente y, sin embargo, carecen de las estrategias eficaces para elegir entre ellas. Es posible que tengan problemas para decidirse incluso sobre asuntos tan sencillos como si deben ir al centro de paseo con un amigo o quedarse con el móvil en casa.


4. Aparente hipocresía: es frecuente que los adolescentes jóvenes no reconozcan la diferencia entre expresar un ideal, como la conservación de energía y hacer los sacrificios para alcanzarlos, como utilizar el automóvil con menos frecuencia.


5. Autoconciencia: los adolescentes en la etapa de las operaciones formales pueden pensar acerca del pensamiento (el propio y el de otras personas), sin embargo, en su preocupación con su propio estado mental, a menudo suponen que todos los demás están pensando al mismo tiempo justo lo que ellos están pensando. Es posible que una adolescente se sienta mortificada si viste “la ropa incorrecta” para una fiesta, pensando que todos los demás deben estar viéndola de reojo. El autor denomina conciencia imaginaria a esta conciencia de uno mismo, como un “observador” conceptualizado que está tan preocupado con los pensamientos y conductas de la persona joven como ella lo está. La fantasía de la audiencia imaginaria es particularmente fuerte en la temprana adolescencia, pero persiste en menor grado en al vida adulta.


6. Suposición de singularidad e invulnerabilidad: La creencia de los adolescentes de que son especiales, que su experiencia es única y que no están sujetos a las reglas que gobiernan al resto del mundo (“Otras personas caen en la adicción a las drogas, pero no yo”, o “Nadie ha estado tan profundamente enamorado como yo”). Esta forma especial de egocentrismo subyace a muchos comportamientos riesgoso y autodestructivos.


En esta etapa, los adolescentes se vuelve también más hábiles en asumir perspectivas sociales, lo que les da la capacidad para adaptar su discurso al nivel de conocimiento y punto de vista de la otra persona. Esta capacidad es esencial para persuadir e incluso para la conversación educada. Además conscientes de su audiencia, los adolescentes hablan un lenguaje diferente con sus pares que con los adultos. La jerga adolescente es parte del proceso de desarrollar una identidad independiente de los padres y del mundo adulto. Al crear expresiones propias del grupo de iguales, los jóvenes utilizan su recién encontrada capacidad par jugar con las palabras a fin de “definir su perspectiva generacional única sobre los valores, gustos y preferencias” (Elkind, 1998)



Os dejo un podcast para que lo escuchen los alumnos en el aula, en él se introduce a los adolescente a esta etapa.

Pincha el ENLACE.



Daniel Grande Jiménez
Técnico del Equipo Municipal de Absentismo Escolar
Delegación de Asuntos Sociales
Excmo. Ayto. de La Línea


              
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